Prólogo

Que un joven con tantas experiencias y sabiduría, de ideas realmente revolucionarias, me ofrezca prologar su obra me sorprende, por supuesto, pero honra mi persona a la vez que me llena de miedo por lo difícil que se me hará estar a la altura de la circunstancia.
Lo que podrá animarme, seguramente, será la amistad que nos une con un trato de hermanos.
Lo que escribe José es ciencia, sin duda. Mucho se ha dicho acerca de que la ciencia no tiene andariveles de moral o ética, sin embargo, el autor ha establecido un puente de conjunción entre ella y la espiritualidad a través de sus obras.
En su nuevo libro avanza en la perfección de sus postulados porque, como buen librepensador, no solo comparte sus ideas, sino que nos propone cómo llevarlas a la práctica.
En lo que postula en su libro permanece sin titubeos la firmeza de sus convicciones, valores, creencias y principalmente la ética que con tanta sencillez y humildad transfiere a su obra con gran generosidad.
Pensé en hacer referencia a quién es José Pablo Bizai, pero dos elementos me hicieron desistir: primero que ya es muy bien conocido para orgullo de su patria chica, patria grande y hasta como ciudadano del mundo y segundo que, entonces, esto dejaría de intentar ser un prólogo para convertirse decididamente en otro libro.
No diré que es de lectura obligatoria porque esta palabra contradice su espíritu, pero con absoluta seguridad puedo afirmar que es de lectura muy conveniente o, mejor dicho, de gran provecho para quien aspire a un progreso personal integral. 
El emprendimiento, que no es nuevo para él, sigue siendo novedoso para una comunidad que resultará beneficiada por su inteligencia y tenacidad y que marcará un antes y un después con horizontes impredecibles de verdadera superación.
De arranque, al finalizar la introducción, le promete al lector “una lectura apasionante” y puedo dar fe de que cumple acabadamente su promesa, ya que resulta imposible leerlo sin sentirse atrapado y participante a la vez de observaciones cotidianas que nos hacen decir: “¡Claro!; ¡Por supuesto!; ¡Cómo no lo vi antes!”, y por otra parte: “¡Nunca se me hubiera ocurrido!”, efectos distintos que conforman una experiencia muy agradable de enriquecimiento cognitivo, muy espiritual y sin perjuicio de practicidad para el progreso integral. 
Nos introduce sin aviso en las profundidades complejas de lo que era común que nuestra percepción no adviertiera sobre demasiadas situaciones sencillas que tal vez, por tenerlas tan cerca en lo cotidiano, no pulsaban nuestro “botón de atención”.
Sí, claro que sí: hay que prestar atención para que nuestra mirada vea con más interés que el “porqué”, la importancia del “para qué”, y este es uno de los primeros ejemplos del cambio que será propiciado en nuestra percepción al tener en nuestras manos un libro cuyo volumen es mucho mayor de lo que a priori podemos ver.
Quiero terminar haciendo referencia a la gran familia de José, no solo a la propia, que con gran amor lleva adelante con Carito y Francisco, sino también a la de origen, formada por Carlos, su papá, consumado escritor y Amalia, impoluta profesional, revalidando un dicho tan viejo como cierto: “De tal palo, tal astilla”. 

Eduardo Gambino, 33